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La gramática del vestir

La gramática del vestir

En la famosa reunión de la bronca de Trump a Zelenski, hace unos meses, la anécdota no fue solo política. Fue también por las formas. Trump, según diversas fuentes, pidió expresamente que el presidente ucraniano acudiera con chaqueta y corbata. No lo consiguió. Su homólogo se presentó con su característico atuendo de campaña: suéter militar, pantalón oscuro. Trump se molestó visiblemente: hizo un comentario despectivo y la reunión ya arrancó torcida. Esta semana, en la segunda cumbre, algo cambió. Zelenski apareció con un traje especialmente diseñado para la ocasión de una estética más diplomática. Trump, esta vez, lo elogió.

Parece algo anecdótico, pero no lo es. Quien haya trabajado en entornos de dirección o negociado en contextos complejos sabe que los códigos de vestimenta importan. No son cuestión de superficialidad, sino de contexto, de adecuación, de mensaje. Cuando empecé a trabajar, en los noventa, era impensable que alguien con cierta responsabilidad no llevara traje y corbata. Recuerdo una vez, en verano, encontrarme en un avión con un antiguo directivo de la empresa en la que trabajaba. Me vio sin corbata y me preguntó con media sonrisa: “¿Todo bien? Es que te veo descamisado”. Este directivo llevaba cuarenta años de profesión anudándose la corbata cada mañana. Justo empezaba la época de ir trajeado sin corbata. Después de quitar la corbata, llegó la camisa por fuera. Más tarde, los pantalones chinos. Se popularizó el término casual . Y, finalmente, las zapatillas deportivas. Hoy, en algunos sectores, incluso los cargos más altos asisten a reuniones con una informalidad impensable hace solo 20 años.

No escribo esta columna para exigir el retorno del traje y la corbata. No se trata de nostalgia ni de mantener una estética caduca. Se trata de recordar que, igual que hay normas de cortesía en una mesa, o ciertos códigos en el lenguaje verbal y corporal, también hay una gramática del vestir. Y que esa gramática, aunque evolucione, sigue teniendo un valor simbólico muy claro. Igual que Ussía con su Tratado de las buenas maneras , hay libros sobre el arte del buen vestir y las normas de etiqueta y protocolo que muchos profesionales deberían conocer. Claro que los CEO de las tecnológicas imponen códigos en las antípodas de la etiqueta y, como sus empresas son supervaliosas, todos a imitar su mal gusto, a ver si se nos pega algo de su facturación.

La vestimenta transmite: respeto, preparación, disposición. En una negociación, en una reunión clave, en una intervención pública, la forma de vestir no es neutra. Es una forma de reconocer el marco en el que se está actuando. De ahí que mantener ciertos estándares, aunque adaptados al tiempo y al sector, es importante. Vestirse adecuadamente no es una imposición estética. Es un modo de leer bien el contexto que, por lo general, permite gestionarlo mejor.

lavanguardia

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