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El ahorro no invierte

El ahorro no invierte

El diagnóstico para que Europa gane competitividad y no se hunda en la irrelevancia es claro: hay que invertir más en sectores clave y en integración europea. Para ello, hay que generar recursos de inversión movilizando el ahorro hacia los mercados de capitales europeos. Pues bien, estos mercados de capitales europeos están en caída libre en volúmenes de negociación y en empresas cotizadas y estancados en capitalización. En Europa y, por supuesto, en España. Recientemente se ha anunciado el enésimo proyecto para impulsar las salidas a bolsa, facilitando que las empresas decidan cotizar en los mercados. Es el bienintencionado BME Easy Access que la CNMV y los mercados españoles han presentado conjuntamente.

Estos intentos de fomentar la oferta en los mercados olvidan la otra cara de la moneda, los inversores, aún más escasos que las empresas que cotizan. Y precisamente cuando la estrategia europea de competitividad señala con claridad que es imprescindible que nuestros ahorros se conviertan en inversiones y se orienten más hacia las empresas europeas. Para ganar productividad, para diversificar la financiación de las pymes y, vía los mayores rendimientos de las inversiones en bolsa sobre los de los depósitos y la deuda, para ir complementando nuestras frágiles pensiones públicas de cara al futuro. Ahora, de la parte minoritaria de nuestros ahorros que ya se invierte, un volumen importante vuela hacia destinos, especialmente EE. UU., donde encuentran mercados más líquidos y compañías más innovadoras y rentables. Para paliar esto, la receta es integrar los mercados de la UE y facilitar que los ciudadanos europeos inviertan más y en Europa.

Fuga Si el ahorro europeo vuela hacia EE. UU., es porque allí encuentra lo que aquí falta: innovación, liquidez y rentabilidad

Esto requiere iniciar políticas factibles, pero que dependen de los Estados miembros de la UE. Y en Europa, eso exige consensos complicadísimos. En primer lugar, hay que generar el nudge , el empujoncito de Thaler, facilitando la inversión con mejores condiciones de fiscalidad, de simplicidad regulatoria, de reputación financiera, quizás dando garantías y, con seguridad, ayudando a perder el miedo a invertir. El incentivo fiscal es el más complejo porque implica, para los angustiados Estados recaudadores, renunciar a corto plazo a unos ingresos que, en nuestras latitudes, son los más populares o populistas: los derivados de las tasas de ganancias de capital. En segundo lugar, hay que mejorar la cultura financiera si queremos cambiar la percepción equivocada de que, a largo plazo, una cuenta mal remunerada es más segura que la inversión en empresas, es decir, en la economía. También la alfabetización financiera depende de los Estados y avanza a paso de caracol. Finalmente, como pez que se muerde la cola, necesitamos en Europa empresas más atractivas en dimensión y potencial en los mercados públicos (bolsas), y más empresas de riesgo e innovadoras en los mercados de capital privado. Si a todo esto Europa responde con la apatía y parálisis habitual (¿o es quizá incapacidad política?), no debe sorprendernos que el ahorro no se invierta.

lavanguardia

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