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El transporte público no se promociona con “autobuses atascados”

El transporte público no se promociona con “autobuses atascados”

Cecília Silva, experta en planificación de transporte, afirma que es contraproducente que la gente utilice el transporte público si queda atrapada en el tráfico y aboga por la redistribución del espacio público en las ciudades.

"El espacio público en la ciudad es limitado, y para que exista multimodalidad, es necesario redistribuirlo entre los distintos modos de transporte. No podemos esperar que la gente use el transporte público cuando los autobuses están atascados", explicó a Lusa Cecília Silva, profesora del Centro de Investigación Territorial, del Transporte y del Medio Ambiente (CITTA) de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Oporto (FEUP) y de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Coímbra (FCTUC).

Para el experto, entrevistado por Lusa a propósito de las elecciones locales del 12 de octubre, "el tráfico es un problema sistémico" en las ciudades portuguesas, cuya solución pasará por "cambiar el paradigma de cómo se organiza la movilidad", sobre todo porque el coche es el medio de transporte más "ineficiente" en las zonas urbanas.

"Está más que demostrado que no podemos resolver los problemas de movilidad centrándonos únicamente en un modo de transporte", señala, habiéndose estudiado la diversificación de modos "desde los años 70" y "todo el contexto europeo de financiación de la multimodalidad" creado "a finales del milenio pasado", pero Portugal perdió "ese tren".

Cecília Silva señala que “los índices de uso del coche ya han alcanzado niveles tan altos” que ahora hay “dificultad para entender cómo la vida podría ser diferente –o mejor dicho, podría ser igual– sin coches”, y hay “resistencia a avanzar con estas políticas de diversificación” porque implican una reducción de su uso, algo asociado al concepto de motonormatividad.

Si alguna vez fue sinónimo de libertad y de capacidad de elegir dónde vivir, hoy el uso diario del automóvil puede ser un reflejo de la expansión urbana –que, según Cecília Silva, está "detrás de la mayoría de los problemas de congestión"–, agravada por los precios de la vivienda, que están "expulsando a la gente" de las ciudades, obligándola a viajar más.

"No podemos analizar las opciones modales actuales y asumir que son opciones. No lo son, porque en realidad no hay alternativas", reconoce.

Para Cecília Silva, estas alternativas pasan por "redistribuir el espacio para lograr una mayor eficiencia" en la vía pública, permitiendo que "más personas crucen ese espacio si está distribuido entre múltiples modos, porque tanto el autobús como el metro, pero también soluciones más suaves como caminar o ir en bicicleta, transportan más personas por hora en ese tramo" que los coches, lo que "beneficia a todos", incluidos los automovilistas que experimentarán menos tráfico.

"Si bien habrá gente que tenga que venir de lejos, de lugares sin alternativas, siempre habrá gente que venga de más cerca o de un lugar con servicio de metro y que tenga otras alternativas y que no las use mientras el sistema esté orientado solo al coche", afirma.

Para el experto, bastaría con tener "un reparto modal del 10%" de personas en bicicleta, "lo cual es insignificante" en comparación con varias ciudades europeas (en Portugal fue menos del 1% en 2021), para "tener una reducción equivalente en el número de coches que habría en las calles", recordando que en los años 50, 60 o 70 había muchos y "nadie diría que culturalmente Portugal no era una bicicleta".

“Que las mujeres montaran bicicleta se consideraba una revolución cultural para reafirmarse”, recuerda.

Si el paradigma en los años 70 ya era la multimodalidad, hoy se habla de ciudad a escala humana, a veces asociada a la ‘ciudad de los 15 minutos’ del urbanista Carlos Moreno, cuyo concepto “no es más (…) que la traducción de la importancia de la proximidad en la vida de las personas”, porque “lo que realmente importa a la gente es la calidad de vida, y hay muchas maneras de conseguirla que no son necesariamente a través de la movilidad”.

Lo que está en juego es la accesibilidad, es decir, “la facilidad con que una persona puede participar en las actividades o acciones en las que quiere participar”, como ir a trabajar, socializar o ir de compras, porque “las personas serían igualmente felices si pudieran tener cosas sin tener que viajar”.

La asociación de la calidad de vida con la movilidad, basada en "el principio de que las personas, para ser felices, necesitan moverse a gran velocidad", va en contra de la corriente de "muchas ciudades de toda Europa que están reduciendo la velocidad de movimiento".

“La calidad de vida es poder salir de casa y no estar frente a una carretera de cinco carriles o con un límite de velocidad de 50 o a veces 70 kilómetros por hora” o “que el niño pueda ir andando al colegio porque está cerca y el padre no tenga que preocuparse” por el “agresivo entorno urbano”, sin “miedo a que el niño muera en un accidente de tráfico”.

observador

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