Por qué, con los gastos, Javier Milei se priva de tener un "permitido"

“Gasto tras gasto. Ninguno de ellos es definitivo. Pero el conjunto sí lo es”.
La frase es de Pablo Gerchunoff en un muy recomendado diálogo reciente con Juan Carlos De Pablo en la Academia Nacional de Ciencias Económicas, con motivo de los aniversarios 50 y 40, respectivamente, del Rodrigazo y del Plan Austral.
Gerchunoff hizo ese comentario respecto de los desafíos que encontró el equipo económico del gobierno de Raúl Alfonsín en 1985 cuando el propio presidente solicitaba mejoras en las jubilaciones de cara a las elecciones legislativas de aquel año. “La prioridad de Alfonsín era estabilizar la experiencia democrática y él pide al equipo económico que le concedan un aumento a los jubilados antes de las elecciones legislativas de 1985. Además, un aumento presupuestario a YPF porque había anunciado el Plan Houston. Hay gasto tras gasto; ninguno de ellos es definitivo, pero el conjunto es definitivo”, explicó.
Para muchos quizás ahí yace el ADN de la puja distributiva que enciende la chispa inflacionaria: una configuración de conflictos en el terreno social con impacto presupuestario. Para otros, en cambio, son pusilanimidades de la democracia que se neutralizan con un control férreo de los agregados monetarios para impedir cualquier filtración a los precios.
Sea como fuere, al gobierno actual parece no darle igual un aumento a los jubilados o al Garrahan. Quizá porque entiende que el equilibrio fiscal no solo no está garantizado sino porque la economía sigue haciendo pie sobre bases débiles. El Gobierno se comprometió con el FMI a tener un superávit fiscal de 1,6% del PBI este año. Por lo bajo argumenta que las distintas propuestas que andan dando vuelta por el Congreso, en la Cámara de Diputados como en el Senado, erosionarían el ahorro. De ahí que Javier Milei vetaría cualquier aprobación en el Congreso que amenace el 1,6%.
Por ejemplo, el jueves en el Senado una mayoría se reunió para tratar y sacar despacho de comisión a favor de proyectos que promueven un aumento en las jubilaciones, una moratoria previsional y declarar la emergencia en discapacidad, todos ellos ya con media sanción de Diputados.
En el Ministerio de Economía hacen cálculos. Estiman que el costo de estos ítems son más de 2% del PBI, o sea, borrarían de un plumazo el superávit fiscal. Los números serían así: 1,3% para el tema previsional (incluyendo actualizar el bono de $70.000), 0,2% para la moratoria y 0,5%-0,8% para a discapacidad.
Pero el 1,3% no tiene en cuenta otros proyectos que andan dando vuelta además, como por ejemplo los que se trataron el miércoles en una sesión en Diputados, como las nuevas vías de financiamiento educativo y la emergencia pediátrica (ayuda al Garrahan). Si se tiene en cuenta que el proyecto de financiamiento educativo del año pasado, vetado por Milei, equivalía a 0,4% del PBI, la lista de gastos por gastos que andan dando vuelta por ahí no solo neutralizarían el superávit fiscal sino que lo revertirían en un déficit de incluso mayor a un punto del PBI.
Volvamos a 40 años atrás. Volvamos a Gerchunoff.
“El Plan Austral nace con un equilibrio fiscal muy frágil y con medidas muy transitorias. Cualquier concesión que el equipo económico hiciera a un presidente que quería consolidar la democracia fragilizaba la economía”.
¿Y qué sería un equilibrio fiscal no frágil?
Podría decirse que Néstor Kirchner heredó uno más robusto no solo por su magnitud sino porque la definición de robusto quizás esté asociada, entre otras cosas, al crecimiento de la economía: es más fácil sostener un equilibrio fiscal cuando la economía crece a que cuando no lo hace. De hecho, Kirchner aumentó el equilibrio fiscal en su primer año.
Ahora regresemos al presente aunando la reflexión de Gerchunoff. ¿Cualquier concesión de un presidente para consolidar las demandas preelectorales fragilizarán la economía o la motosierra de Milei es exageración?
Hay teorías que explican el aumento de la inflación por los mismos motivos que diría Milton Friedman: el rol de la emisión monetaria. Sin embargo, esas mismas explicaciones pueden agregar un giro cuando señalan que la razón por la cual el Banco Central termina emitiendo dinero en exceso tiene que ver con peleas por la distribución del gasto público, o sea, “el gasto por gasto” de Gerchunoff.
Muchas veces las crisis recurrentes y las estabilizaciones fallidas son epílogos de peleas, luchas entre distintos sectores sociales y de la dirigencia política: campo versus industriales, industria versus servicios, exportadores versus importadores, oligarquía contra trabajadores y así. Blanco o negro.
El economista de Fiel, Fernando Navajas, junto a Daniel Heymann, habló en un paper de lo que llamó liderazgo al estilo ‘Doctor No’, que hoy sería el “no hay plata”, para conseguir esa condición de estabilidad en contextos de conflictividad. Pero la pregunta es: ¿existe la sostenibilidad del Doctor No? ¿puede relajarse en algún momento?
Un nuevo veto en el Congreso será la prueba de que Milei piensa que no debe darse ningún permitido, un gasto trampa bajo un régimen estricto de desinflación, porque un gasto no significa nada pero sí el conjunto, como muestra la economía de no ficción.
Clarin