Temor a un giro hacia la derecha: muchos países temen el objetivo climático de la UE para 2040


Rupert Oberhäuser / Imago
En muchos lugares de Europa, las temperaturas a finales de junio nunca han sido tan altas como este año. El cambio climático es una realidad. La UE se fijó hace tiempo un ambicioso objetivo para, al menos, frenar esta evolución.
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Su ley climática exige neutralidad climática neta para 2050. A partir de entonces, la industria y los hogares solo podrán emitir la cantidad de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero que puedan absorber de la atmósfera por medios técnicos y naturales.
Sin embargo, con proyectos a tan largo plazo, siempre existe el riesgo de que los países no los implementen de forma consistente. Por ello, la UE ha adoptado el objetivo provisional «Fit for 55». Para 2030, las emisiones deben reducirse en un 55 % con respecto a los niveles de 1990. Y ahora, la UE pretende incorporar a la legislación otro objetivo provisional: para 2040, las emisiones deben reducirse en un 90 %.
¿Las empresas están abandonando Europa?Actualmente, casi ningún proyecto despierta tanta emoción en la UE como la protección del clima. Hasta hace poco, los países coincidían en la necesidad de medidas drásticas para combatir el cambio climático. Por lo tanto, no fue la Comisión la que propuso un objetivo de reducción para 2040, sino los propios países.
La mayoría de los Estados miembros han ignorado que la transición ecológica costará mucho dinero. Con el reciente aumento drástico de los costes energéticos, ahora son conscientes de ello. Esta transformación supondrá una carga financiera para algunas empresas y consumidores. Además, existe el riesgo de que las empresas trasladen actividades de alto consumo energético a países fuera de Europa, donde las regulaciones son menos estrictas. «El traslado de emisiones no es una buena protección del clima», afirma Peter Liese, miembro de la CDU en el Parlamento Europeo y defensor de las medidas de protección climática.
Miedo a un giro hacia la derechaEn algunos países de la UE, las posibles consecuencias del objetivo climático para 2040 ya están causando considerable inquietud. Esto es más pronunciado en aquellos estados donde se celebrarán elecciones en los próximos meses y donde los partidos centristas se ven acosados por políticos populistas de derecha.
Un parlamentario neerlandés, miembro del Partido Popular Europeo en Bruselas, declaró haber solicitado a la UE que no propusiera un objetivo climático para 2040 bajo ninguna circunstancia. Las elecciones en los Países Bajos se celebrarán este otoño.
El gobierno de coalición checo también está en vilo. El país centroeuropeo también celebrará elecciones parlamentarias este otoño. Un partido de automovilistas dedicado a combatir las "ideologías verdes" ha surgido de la nada.
Sin embargo, la mayor sorpresa en Bruselas se produjo cuando el presidente francés, Emmanuel Macron, advirtió hace una semana contra la precipitación en el objetivo climático de 2040. Los círculos burgueses franceses también se encuentran bajo una enorme presión. Jordan Bardella y Marine Le Pen, del Agrupamiento Nacional, tienen posibilidades de ganar las elecciones presidenciales de 2027.
La UE ve las oportunidades económicasEl miércoles, la Comisión pareció esforzarse por disipar el malestar generalizado en los países. A diferencia de algunos Estados miembros, considera la neutralidad climática no como una carga financiera, sino como una oportunidad económica. «No estamos eligiendo entre la economía y el medio ambiente; estamos eligiendo ambos», declaró la comisaria europea Teresa Ribera. Por lo tanto, la UE espera que la presión legal para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero fomente la innovación tecnológica y genere nuevas oportunidades de negocio.
Para que los objetivos climáticos sean más llevaderos para los Estados miembros más críticos, la Comisión ha decidido que estos países también puedan contabilizar los certificados ambientales para la reducción de gases de efecto invernadero. Se trata de medidas fuera de Europa en las que empresas o particulares, como los pasajeros de aerolíneas, pueden invertir.
Sin embargo, debido al abuso que se ha experimentado en el pasado, estos instrumentos resultan controvertidos. Los proyectos de reforestación en la selva tropical, por ejemplo, o el proyecto en Ghana que pretendía sustituir las estufas de leña por dispositivos más eficientes son casi notorios.
Los críticos dudan de que estas medidas contribuyan a la protección del clima. Argumentan que es difícil verificar si las medidas se están implementando según lo prometido a los compradores de certificados.
Algunos viajeros aéreos pueden creer erróneamente que los árboles plantados en un programa de compensación de carbono "capturan" el dióxido de carbono emitido durante su viaje. Pero nadie puede afirmar con certeza si las plantas continuarán desempeñando esta función durante décadas, como es necesario para la compensación, o si serán taladas previamente.
La UE afirma haber aprendido lecciones de estos incidentes. Un funcionario de la Comisión afirmó que desconfía mucho de los certificados existentes. Por lo tanto, es necesario crear nuevos programas en los países socios, cuyos beneficios la UE pretende supervisar de cerca. Por lo tanto, no entrarán en vigor hasta 2035. A partir de entonces, los países podrán cubrir hasta el 3 % de su objetivo de reducción con certificados.
La resistencia ya está surgiendoAhora comienza la batalla política sobre la propuesta. Solo podrá entrar en vigor si la aprueban 15 Estados miembros, que representan el 65 % de la población de la UE.
La República Checa ya anunció su oposición el miércoles. El primer ministro Petr Fiala manifestó su desacuerdo con la propuesta. Es probable que otros jefes de gobierno se pronuncien al respecto. Se sabe, por ejemplo, que el primer ministro polaco, Donald Tusk, teme las drásticas medidas climáticas. Muchos polacos aún utilizan carbón para calentar sus hogares, y el partido opositor PiS defenderá con gusto a estos ciudadanos.
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