Refuerzos claudistas

Atados por los compromisos con las distintas corrientes partidistas y otros aliados, los presidentes de México —ya sean priistas, panistas o morenistas— usualmente han tenido que ceder espacios en sus gabinetes.
Antes de Claudia Sheinbaum se implantó un modelo que aún prevalece: ubicar en las subsecretarías estratégicas a la gente de mayor confianza… y colonizar, poco a poco, las dependencias y entidades más importantes del aparato burocrático. Hubo casos extremos, como el nombramiento de Fernando González, yerno de la entonces dirigente del SNTE, Elba Esther Gordillo, como subsecretario de Educación Básica; la titular de la SEP, Josefina Vázquez Mota, asumió esa decisión del presidente Felipe Calderón como una afrenta personal, más que lo que realmente significaba: la despresurización de la relación con uno de los gremio más poderosos y beligerantes.
En el peñismo, Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong dividieron el control de las áreas estratégicas. El primer secretario de Hacienda tomó control —vía los subsecretarios— de Energía (Enrique Ochoa Reza), Comunicaciones y Transportes (Raúl Murrieta y Yuriria Mascott) y Relaciones Exteriores (Vanessa Rubio).
Andrés Manuel López Obrador cumplió con sus compromisos, pero también supo controlar con un método peculiar: además de las subsecretarías decidió centralizar el nombramiento de los titulares de las unidades de administración y finanzas. El segundo piso de la Cuarta Transformación ha podido garantizar la continuidad de las políticas públicas con la incorporación de algunos de los exsecretarios lopezobradoristas (Rosa Icela Rodríguez, Alicia Bárcena o Ariadna Montiel, entre los ejemplos más relevantes) y pronto comenzará con el posicionamiento de los claudistas más cercanos a puestos estratégicos.
Este modelo de gobernanza se materializa en el caso de Bertha Elena Gómez Castro, quien desde el inicio del sexenio se hizo cargo de la subsecretaría de Egresos y junto con Rosaura Ruiz —actual secretaria de Ciencia y Tecnología—, Esthela Damián Peralta, subsecretaria de Prevención de las Violencias en la SSPC y Diana Alarcón se cuenta en el núcleo de mayor confianza de la Ejecutivo federal.
Alarcón González, quien lleva 10 meses en Washington D.C. podría ser el último refuerzo en el equipo claudista. La representante de México ante el Banco Mundial no quiso aceptar la invitación de su amiga para ocupar la Cancillería, pero en vísperas del primer año de este sexenio, las necesidades de corregir lo que no funcionó y apuntalar al Segundo Piso de la Cuarta Transformación pueden llevarla a reconsiderar.
¿Su festejo de cumpleaños es una primera señal de su regreso? Diana Alarcón González, María del Rocío Mejía Flores, Violeta Abreu, Rocío García Pérez, Margarita González Saravia y Rosa Icela Rodríguez han acompañado a la Presidenta de México en la construcción de un proyecto político. Una segunda filiación de mujeres transformadoras espera que dentro de cinco años se concrete el relevo generacional. Luz Elena González Escobar, Altagracia Gómez, Citlalli Hernández, Luisa María Alcalde y Leonor Gómez Otegui deberán optar por una ruta hacia la sucesión.
Al margen de futurismos, los claudistas están afianzamiento pleno. Algunos, como Sebastián Ramírez y Carlos Alberto Ulloa, han sido recolocados para concretar encargos específicos, en el corto plazo. Otros, como Jesús Esteva y Andrés Lajous, concretarán el ambicioso plan de infraestructura que deberá pavimentar el camino al 2030. Y algunos más, como Rigoberto Salgado y Alfonso Ramírez Cuéllar, cambiarán sus curules por responsabilidades más ejecutivas. El primero ya despacha en Conapesca y el segundo pronto podría ver materializado sus anhelos parlamentarios.
Eleconomista