¿Qué quiere Trump?

Ante los vaivenes de EE.UU., la pregunta clave es qué busca realmente Trump: ¿hacer a América grande otra vez, o hacerla más grande que China? La distinción no es menor. Si la prioridad es reactivar la industria norteamericana, tarde o temprano habrá que dar marcha atrás con los aranceles. Si el objetivo es aprovechar la debilidad china para intentar darle un golpe definitivo, las restricciones a la tecnología, los controles a las exportaciones y el intento de crear bloques comerciales para excluir a China podrían intensificarse.
China está en un momento delicada: el final de la burbuja inmobiliaria, la caída de la demanda interna, elevado paro juvenil y el envejecimiento acelerado de la población. La ecuación que afronta es crítica: tiene que hacerse lo suficientemente rica antes de hacerse vieja. La ventana de tiempo para conseguirlo se está cerrando rápidamente y cualquier presión externa, como los aranceles de Trump, puede tener un efecto desestabilizador. En este contexto Trump puede ver una oportunidad para presionar a su rival estratégico.
China está en un momento delicado, una oportunidad para EE.UU. para presionar al rivalPor otra parte, EE.UU. depende de muchas importaciones chinas y, en particular, de las tierras raras, de las que China controla el 92%. En respuesta a los aranceles, Pekín ha empezado a restringir la exportación. La bolsa ha reaccionado con caídas, el dólar ha perdido bastante, y la industria doméstica se ve afectada. Ante este escenario, Trump ha insinuado que podría reducir algunos aranceles y reabrir conversaciones con China.
¿Y Europa? Escalar una guerra comercial transatlántica no resolverá su verdadero problema: la persistente baja productividad. Mientras EE.UU. se posiciona como líder en la mayoría de sectores que definirán el futuro –inteligencia artificial, computación, biotecnología–, Europa sigue anclada en sectores tradicionales y una inversión en I+D insuficiente. Pero ahora hay una oportunidad única. La próxima revolución tecnológica vendrá de la aplicación masiva de la IA en la empresa y ningún país ha alcanzado todavía una posición de dominio claro en este campo. La carrera está abierta y Europa puede recuperar terreno.
Para conseguirlo, la UE podría lanzar una iniciativa ReScience: un programa de inversión paneuropeo para atraer talento global de primer nivel, catalizar la colaboración público-privada en I+D, y construir los cimientos científicos y tecnológicos del próximo modelo de crecimiento europeo. Sería bueno que, aparte del programa ReArm, Europa invirtiera de verdad también en ciencia, aprovechando fondos europeos y convirtiéndose en el destino natural de científicos de primer nivel que se plantean abandonar EE.UU.
¿Y las empresas europeas? La mejor estrategia es reforzar aquello en lo que ya son buenas, apostando por el talento y la innovación. Nuevos aranceles y los tanques no asegurarán el futuro de Europa. La I+D, las patentes y la ciencia sí.
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