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Emprendiendo

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Tengo un amigo que lleva ya unos cuantos años jubilado aunque debe de estar en sus 70 y pocos. Se dedicó a asesorar a empresas o inversores invirtiendo en China. Lo hizo muy bien, consiguió ganar bastante y lo invirtió en temas inmobiliarios por Euro­pa. Luego se fue a vivir a Estados Unidos y, aunque tenía dinero, no pudo resistir no hacer por allí inversiones inmobiliarias que le han ido muy bien.

Cuando empecé a ir a China porque me pareció que el país se desarrollaría bien y una escuela de dirección de empresas podía ser de gran ayuda, se me ocurrió tratar de lanzarla en Pekín. Yo no conocía China. Contacté al embajador de España, a quien mi idea le pareció un tema imposible, pero me explicó que algunas, muy pocas, empresas españolas habían montado en Pekín una sucursal y que había también alguna empresa europea muy bien establecida y me mencionó a Bayer.

Abrir una cadena de tiendas en Pekín me ayudó a aplicar lo que explico en clase

Localicé a Bayer y fui allí preguntando por el gran jefe. Cuando le expliqué mis ideas lo vio un tema muy adecuado y me ofreció utilizar una gran sala los sábados y domingos. Yo pensé en lanzar un programa que había inventado en España cuando el IESE abrió su campus de Madrid, el máster ejecutivo. Es un programa para directivos que ya tienen años de experiencia (tienen unos 30 años y llevan unos 10 trabajando en empresas). Conseguí que unos cuantos profesores de distintas escuelas europeas y americanas, pero buenos amigos míos, aceptasen la idea de impartir clases en fines de semana en Pekín. Mi amigo que ahora está comprándose inmuebles en EE.UU. me ayudó a encontrar dos o tres personas de soporte logístico al programa. Poco a poco conseguimos la ayuda de una empresa española de ingeniería, Idom, para disponer de un buen edificio en Pekín.

Yo tenía que ir con frecuencia a Pe­kín, impartir alguna clase y sobre todo asegurar que traíamos a excelentes directivos chinos y chinas. Eso sí, tenían que saber hablar inglés, porque la mayoría de los profesores no hablaban chino.

Mi buen amigo, el que ahora vive en EE.UU, me dijo: “¿Por qué no montas tú alguna empresa aquí?”. Habiendo visto las tiendas en las mejores zonas de Pekín, se me ocurrió montar un comercio que vendiese camas europeas y textiles para el dormitorio. La tienda importaba las cosas de Europa. Fue extraordinariamente bien y abrimos ocho tiendas más, con los mismos productos, en el enorme Pekín.

Aquello iba muy bien, y yo me dije: “Has venido aquí a lanzar una excelente escuela de dirección de empresas, no tiendas”. Con la ayuda de mi amigo, vendí aquello rápidamente y muy bien y seguí con mi escuela, que inmediatamente lancé también en Shanghái, y luego en Shenzhen, en Accra (en Ghana) y en Zurich (Suiza). Pero siendo profesor de iniciativa emprendedora, el tema me ayudó a aplicar con buenos resultados lo que explico en clase.

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