El empleado también llora: un buen líder no puede perderse este 'culebrón'

Si aquel culebrón de los 80 nos reveló a los españoles que Los ricos también lloran, ¿por qué no lo íbamos a hacer usted o yo cuando llega ya un punto que...? Aunque, admitámoslo, la escena nunca es agradable. Incorpora cierta incomodidad que hay que saber gestionar. Korn Ferry se ha atrevido a afrontar el tabú en su estudio Crying at Work: Another New Normal?, que revela que uno de cada tres empleados del Reino Unido llora en el trabajo y se pregunta "cuándo es útil expresarse emocionalmente".Arranca con la historia de un recién graduado entusiasmado con su trabajo en las tripas de la City londinense. El estrés empezó a aumentar cada vez más hasta que un día se volvió insoportable y empezó a llorar en su mesa. En otra época hubiera sido algo insólito. Hoy, dicen desde la consultora, forma parte de la nueva normalidad: "Sin duda, hay un cambio generacional", afirma su socio director general Grant Duncan: "Mostrar las emociones es más aceptable". De hecho, el 34% de quienes lloraron pertenecían a la generación Z, por tan solo el 7% de baby boomers. Sin embargo, sigue habiendo un claro sesgo de género: el 66% de quienes lloraron fueron mujeres. Y no se les perdona. "Las mujeres que lloran en el trabajo suelen enfrentarse a una sanción por incompetencia, a diferencia de los hombres", sostiene Drew Hill, otro socio de Korn Ferry. En cualquier caso, no hay que olvidar que el artículo "está escrito en un contexto anglosajón", como apunta el doctor Amable Cima, profesor adjunto de Neuropsicología de la Universidad CEU San Pablo. Allí, "la expresión pública de las emociones se encuentra reprimida culturalmente, por lo que puede llamar más la atención que un empleado muestre en su puesto de trabajo una emoción tan intensa". Aunque coincide un cambio generacional que desbanca la antigua "tríada de compromiso, esfuerzo y sacrifico. En Gran Bretaña, tras la Segunda Guerra Mundial, y en España, en los años de la posguerra tras la Guerra Civil y el periodo de las cartillas de racionamiento del franquismo hasta el inicio del desarrollismo". La generación Z se ha criado "en un contexto donde la salud mental y física se encuentra por encima de las exigencias del trabajo", y "donde el compromiso con el empleador y la resiliencia ante las exigencias de la tarea han cambiado radicalmente".Para Cima, "resulta evidente" que "la expresión puntual de emociones en negativo en el entorno laboral siempre va a provocar una respuesta inicial de atención, protección y escucha por los compañeros, y si la llantina se mantiene, por su superior". La cosa cambia si se repite y se mantiene en el tiempo: "La actitud del entorno cambia por completo, pues entiende que ese llanto se convertirá en un impedimento para el correcto desarrollo de las tareas laborales encomendadas, perjudicando la consecución de los objetivos de todo el grupo. De ahí al rechazo del trabajador sensible hay un pequeño paso".Cima no está conforme con los consejos que da Korn Ferry a los líderes empresariales para gestionar la cuestión. "Lo resuelve con un ‘Aquí estoy. ¿Qué tal un café y lo hablamos?’, que vendría a ser como una respuesta informal ante una muestra de debilidad de un trabajador". Pero, dado que un 55% da como razón para el llanto el estrés laboral y un 27% el agotamiento emocional, la respuesta del líder "debería pasar por tres niveles de atención". La directa sirve para "valorar las razones concretas del trabajador". Si está "relacionada con el ámbito de desarrollo personal, familiar, de pareja, u otros, externo al laboral, se deberá valorar con el empleado la gravedad de la situación y la influencia en su desempeño profesional, para considerarlo como una respuesta puntual" o "como un problema mayor que afectará habitualmente a la competencia profesional del empleado que deberá ser resuelto en su ámbito personal externo o buscando ayuda profesional externa". Un segundo nivel de atención ya estaría "relacionado con una causa organizacional de la respuesta emocional del trabajador, donde el tipo de tarea, el emplazamiento dentro de la jerarquía laboral, la capacitación individual para las tareas encomendadas o, en casos extremos, el acoso laboral, explicarían ese llanto, debiendo iniciar el líder empresarial un análisis de las diferentes situaciones que puedan explicar esa muestra emocional a partir de una exigencia laboral no adecuadamente ajustada al trabajador".
Por último, "cuando ese estrés laboral responde a una estructura organizacional deficientemente planificada", el líder "deberá revisar, auditar y replanificar su propia estructura para mejorar la salud mental y física de sus empleados. El llanto en el puesto de trabajo es el antecedente del absentismo laboral y de la rotación sin fin en el mismo puesto".
En la Harvard Review of Business, Vasundhara Sawhney sostiene que "no deberíamos avergonzarnos de nuestras emociones. Sean buenas o malas, no podemos dejarlas en la puerta al entrar a la oficina". Por eso se queja de que "sigue existiendo un estigma en torno a compartirlos (sobre todo para las mujeres). Llorar se interpreta como debilidad. La ira indica que estás desquiciado. Y la frustración a menudo se considera inapropiada".
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