Sin judías verdes, pero «un buen año frutícola»: el impacto del cambio climático en un mercado de Dordoña

El clima ha cambiado drásticamente en los últimos meses en Dordoña. A las lluvias torrenciales de primavera le siguió la ola de calor del verano, seguida de un clima mixto. En el mercado de Périgueux, los horticultores demuestran su necesidad de adaptarse.

¿Es un verano más en el mercado de Périgueux (Dordoña)? A primera vista, como siempre, las terrazas de los alrededores están abarrotadas cada miércoles y sábado por la mañana. Y los puestos exhiben una abundancia de colores de temporada, un deleite para la vista. Sin embargo, al observar más de cerca este miércoles 23 de julio, no es fácil encontrar judías verdes en las cajas. En cambio, las berenjenas y los pimientos abundan, y así lleva ya varias semanas. Los horticultores de la zona confirman: «Este año se adelantaron».

Inundaciones en primavera, sequía en verano, temperaturas fluctuantes... ¿Cómo afrontan los productores locales este clima cada vez más cambiante y volátil? En la plaza de La Clautre, donde se reúnen cada día de mercado, algunos notan escasez: sí, las judías verdes han desaparecido, las zanahorias de primavera han "vegetado" y los racimos de tomates se han "quemado", víctimas del intenso calor de principios de julio.

Es un trabajo en el que hay que adaptarse constantemente. […] Cada temporada trae sus sorpresas.

Sin embargo, la mayoría lo relativiza, como Marjolaine Bencharel, productora de hortalizas ecológicas en Sainte-Alvère (comuna de Val-de-Louyre-et-Caudeau): «Es un trabajo en el que hay que adaptarse constantemente. […] Cada temporada trae sus sorpresas, estamos acostumbrados». «Este es mi décimo año de horticultura y mi décimo año siendo diferente», confirma Thibault Truchon, cuyos invernaderos se encuentran en Saint-Félix-de-Villadeix.

La adaptación es clave cuando el trabajo depende del clima. Actualmente, para los horticultores del Périgord, todo empieza con el agua: «Tenemos que regar las patatas, las coles y los puerros», explica Bastien Lambert, miembro de una familia de productores de Fouleix. Afortunadamente, sus cultivos se benefician de un suelo calcáreo «que retiene el agua». También cuentan con un embalse en la ladera, creado con otros agricultores de la zona, que les proporciona 130.000 m³ de agua de lluvia al año.

En La Clautre, muchos horticultores afirman tener estanques para extraer agua: «Es una bendición», reconoce Christine Lavaud, residente en Vergt. «Tenemos compañeros que no saben cómo se las arreglarán [Nota del editor: si la sequía continúa]», añade Bastien Lambert. «Creo que vamos a superar nuestra cuota de riego por segundo año consecutivo», afirma David Vedovotto, gerente de una agrupación mixta de explotación agrícola (GAEC) en Mensignac.

Además de compensar la falta de lluvia, estos profesionales del campo han tenido que ajustar sus horarios: «Últimamente, hemos tenido que cosechar temprano por la mañana o tarde por la noche. Fuera de estos períodos, no era sostenible bajo los túneles», dice Christine Lavaud. Incluso en el mercado, se han observado cambios de hábitos, en particular por parte de Stéphane Rapnouil, horticultor de Antonne-et-Trigonant: «Con los pronósticos de lluvia diarios últimamente, la gente duda en venir. Y cuando ven que no llueve, finalmente vienen, pero tarde». Y así todo al mismo tiempo.

Estas variaciones climáticas tienen al menos un efecto positivo: «Es un buen año para la fruta; tiene más sabor, más gusto», señala David Vedovotto, cuyo puesto rebosa de melocotones y melones amarillos. Pronto, los colores de sus cajas cambiarán: «Las ciruelas están empezando a llegar, y las ciruelas claudias también, con dos semanas de adelanto».