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La piscina, el nuevo 'emblema del confort' que revaloriza las viviendas

La piscina, el nuevo 'emblema del confort' que revaloriza las viviendas

Aunque hayan pasado ya varios años, las largas semanas de confinamiento siguen resonando en la memoria colectiva de quienes buscan hoy una vivienda. La pandemia reconfiguró prioridades y reforzó una tendencia que consolida el valor de los espacios comunes al aire libre, terrazas, balcones o una buena orientación. Entre todos ellos, la piscina ha pasado de ser un elemento de lujo a convertirse en una prestación relativamente frecuente en las viviendas demandadas por compradores, indican los expertos. «Una piscina representa confort, exclusividad y un espacio para el ocio familiar o social. Aquellas propiedades que no disponen de piscina suelen descartarse en primeras fases del proceso por compradores exigentes, sobre todo si el inmueble se sitúa fuera del núcleo urbano y pertenece al segmento alto del mercado», explica José Oliveros, director de Gilmar Pozuelo. Este equipamiento se ha convertido, además, en un elemento estándar dentro de la obra nueva. «Más que impactar positivamente en el valor del inmueble, podríamos decir que es la ausencia de piscina la que puede suponer una penalización», apunta Ángel Fernández, director de Visado de Tinsa by Accumin.

Y es que el mercado ha interiorizado este valor añadido hasta el punto de que ya no se valora tanto como un lujo, sino como una prestación casi necesaria, especialmente en promociones plurifamiliares.

De media, según datos del sector, las propiedades con piscina cuestan un 55% más que aquellas que no la tienen. Pero esa diferencia no es homogénea. En Madrid, el impacto apenas alcanza un 5%, mientras que en ciudades como Barcelona, Teruel y Bilbao la brecha supera el 60%. En lugares como Santa Cruz de Tenerife, el precio puede incluso duplicarse, detalla Antonio Pérez de la Torre, director general de Alfa Inmobiliaria. En el mercado del alquiler, el efecto también se deja notar: las rentas suben entre un 15% y un 30%, sobre todo en zonas turísticas y de costa, donde contar con piscina deja de ser un extra y se convierte en un requisito para muchos inquilinos.

A este cambio de preferencias se suma un obstáculo más tangible: la escasez de oferta. Según su último estudio, solo el 24% de las viviendas en venta en España dispone de piscina, un dato que explica —en parte— la fuerte presión sobre el precio. Una tendencia que, según sus previsiones, seguirá al alza a medio plazo, como ocurre con otros elementos que refuerzan el confort y el ocio dentro del propio hogar. El temor a veranos más largos y calurosos, ligados al recalentamiento global, no ha hecho sino consolidar esa percepción de valor.

«La relevancia de este equipamiento nunca se cuantifica de forma aislada, sino en relación con otras características del inmueble», subraya Fernández. Según datos de Tinsa, el impacto que puede tener una piscina sobre el valor de una propiedad puede alcanzar hasta un 15 % en viviendas plurifamiliares (piscina comunitaria) y hasta un 18% en viviendas unifamiliares con piscina privada. Pero más allá de los números, hay un efecto menos visible y no menos importante: el impacto comercial. «No tener piscina también retrae la demanda. Y el plazo de comercialización, en productos semejantes, puede alargarse sensiblemente si el inmueble carece de ella», añade.

En paralelo, la demanda de alquiler de viviendas con piscina se intensifica claramente durante los meses de primavera y verano. Tanto compradores como inquilinos buscan opciones con servicios que aporten bienestar y ocio sin salir de casa. Esta preferencia se traduce en una reducción del tiempo medio de venta o arrendamiento, especialmente en zonas de costa o de alto interés turístico, donde la piscina es percibida como un valor esencial. Aunque la mayor parte de las decisiones de compra se planifican con antelación y los meses de primavera y otoño son los que concentran mayor número de visitas y cierres, es en verano cuando se acelera notablemente la demanda de alquiler.

Sin embargo, ese atractivo tiene su contrapartida. Estas viviendas suelen llevar asociados costes de mantenimiento que pueden oscilar entre 150 y 1.000 euros al mes, según el tamaño, el tipo de gestión y el uso. Un gasto que no todas las economías familiares están dispuestas a asumir y que podría actuar como freno en algunos mercados. Donde sí parece que la demanda se mantendrá fuerte es en aquellas zonas —principalmente urbanizaciones de costa o áreas periurbanas— donde la piscina aporta un valor diferencial claro y la oferta sigue siendo limitada.

El mayor impacto en precio y demanda sigue registrándose en las zonas de costa y alta afluencia turística. En Baleares, por ejemplo, el 47% de las viviendas en venta cuentan con piscina, y el precio medio ha subido un 12% solo en lo que va de 2024. En la costa andaluza y Canarias, la diferencia de precio puede superar el 10% anual, impulsada por una demanda constante, especialmente en el segmento de segunda residencia. Pero el fenómeno no se limita al litoral. En muchas capitales del interior y ciudades con veranos intensos, disponer de piscina puede marcar una diferencia significativa, con sobreprecios que oscilan entre el 50% y el 60%. En las urbanizaciones de lujo del interior, la piscina es el elemento exterior más demandado, por encima incluso de jardines o terrazas, indican desde Gilmar.

Por otra parte, en el norte y el oeste de España —donde este equipamiento es menos frecuente, con una presencia en torno al 10%—, la piscina también incrementa notablemente el valor de la vivienda. Madrid representa una excepción: la mayor disponibilidad de urbanizaciones con piscina limita el sobreprecio, que se sitúa en una horquilla más contenida, entre el 3% y el 5%.

ABC.es

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